Ese despertar no fue como los demás… recordaría siempre la
sensación de encantamiento y ligereza en la nuca, jamás borraría de sus sueños
a los ríos cantores que le decían adiós entre boleros; llevaría para siempre
las marcas de la lucha. Es imposible olvidar una mañana como esa.
Cuando
abrió los ojos el blanco lo invadía todo y su nariz rozaba el techo. Al girar
la cabeza descubrió que el foco de la habitación no colgaba, más bien emergía
como una flor. Entonces se dio cuenta de que eso no era un sueño: de verdad
estaba flotando panza arriba en el cuarto. Lo más complicado fue darse la
vuelta, aunque se impulsaba con todas sus fuerzas usando los brazos y
piernas, siempre regresaba el mismo punto, a poner el rostro en esa mancha con
la forma de los reyes magos que todas las mañanas observaba desde su cama.
Gritó pidiendo ayuda pero nadie acudió a su auxilio, lloraba y sus lagrimas se
le metían en las orejas recordándole el cantó de esos ríos que toda la noche le
advirtieron su suerte.
Después
de horas o minutos (no puede recordar exactamente el tiempo en esa situación)
pudo dar un impulso tan grande que su cuerpo giro en el aire, no sin antes
golpease con la cabecera, rasparse con la comoda y rasgar su pijama con los
filos dorados de la mesita de noche. Por fin podía ver todo el panorama desde
arriba, ahora sí podría pensar en qué haría a continuación, pero se le
complicaba dejar de llorar al imaginar cómo todo lo que conocía cambiaría para
siempre. Seguro su familia viviría triste por tener una hija voladora y su
novio buscaría a una mujer que no fuera flotando por ahí. Todo era muy
desolador desde allá arriba.
Al
atardecer, como todos los días observo su ventana. Afuera era otoño y el aire
tenia ese sabor a dulce de leche, el ocre de los árboles daba brillos finos al
sol llenado la habitación de una luz suave. Con la espalda pegada al techo ella
observaba con infinita tristeza el horizonte, hasta que se agarro de los
muebles y cortinas para poderse acercar a la ventana ya que le parecía
imposible dejar de ver el sol. Ella pensaba que todo había terminado. Qué sería
de sus pies sin tocar el suelo. El llanto brotó de sus ojos a borbotones y en
su nariz se paro una polilla, que al despegar y seguir su vuelo le dejo algo de
polvo en el rostro. Fue entonces que lo entendió todo, así que se despidió de
su antiguo mundo y salió volando por la ventana, los vecinos cuentan que la
vieron desaparecer rumbo al sur, pero yo sé que ahora viaja con rumbo incierto,
porque el otro día apareció en mi ventana una postal de un país que no encontré
en los mapas y al reverso decía con letra de molde, la vida es un viaje.